Gestión del rendimiento: un modelo de gestión centrado en los equipos

La gestión del rendimiento (GdR) o performance management (PM), es la única manera de dirigir las labores de un negocio para conseguir todos sus objetivos empresariales, con el mayor índice de efectividad y aprovechando todos los recursos de la compañía.

Qué es la gestión de rendimientos

Con el PM se adquiere un sistema de gestión basado en las últimas ventajas digitales: reportes instantáneos, planning y monitorización, establecimiento de modelos, observación de datos y comparativas.

Debemos añadir la tecnología que nos permite aumentar el índice de rendimiento de toda la plantilla. De este modo, a través del performance management, conseguimos modelar un sistema de mejora continua. Se añade valor al proceso corporativo gracias a la maestría de cada elemento individual de la empresa.

El GdR se puede utilizar para gestionar el conjunto de la organización o estratificarlo, de manera que se apliquen sus beneficios a ciertas áreas o departamentos. Así se puede incentivar el progreso desde las distintas secciones, desembocando en la satisfacción del cliente.

La misma tónica corporativa se centra en elementos de la propia empresa. Entre ellos, la forma de gestionar los procesos empresariales, además de sus productos y servicios.

Un proceso que llega con las nuevas tecnologías

El PM se realizaba basándonos en el histórico de resultados de la empresa. Pero, beneficios pasados no tenían por qué traducirse en beneficios futuros.

Las nuevas tecnologías, con aplicaciones y herramientas capaces de monitorear las actividades en tiempo real, permiten un análisis continuo y homogéneo. Es posible detectar el error en el momento en el que se está produciendo. Ofrece tal control que pocas veces se ha llegado a tener en el ámbito corporativo.

La consecuencia es medible y se traduce en agilidad. Permite una toma de decisiones más eficiente, reforzada por la inmediatez. Esto ofrece a todos los ámbitos de la empresa un reajuste veloz y más capacidad para la consecución de objetivos, a costa de menos dinero y mayor rentabilidad.

Los procesos se retroalimentan y se trabaja en un ambiente de mejoras constantes, con procedimientos de gestión más sencillos. La fórmula para agilizar la administración de las actividades se basa en cinco elementos imprescindibles: evaluación, monitoreo, control, planificación y mejora.

En pocos años hemos pasado a un mundo mucho más competitivo. Una aldea global que, aunque promete acometer acciones a nivel mundial hasta ahora impensables, también propicia un nivel de competitividad muy agresivo.

La aparición de nuevas fórmulas de negocio empujaron a las empresas a dar con el sistema de gestión más apropiado. Debían responder a las necesidades que se desprenden de modelos más rápidos, ágiles, novedosos, innovadores y plenos de flexibilidad.

No había más remedio que acudir a la tecnología de la información para que, a través del análisis de grandes cantidades de datos (Big Data), el PM pudiera afrontar el nivel de exigencia de unos consumidores cada vez más informados e hiperconectados.

Los competidores de una empresa ya  no estaban solos en su ciudad. El mundo entero era un nicho de mercado que, a su vez, se dividía en subnichos más próximos, pero que no escapaban a una rivalidad globalizada.

Este proceso desembocaba en operaciones cada vez más complicadas, imprescindibles si se quería permanecer en ese mercado. Al mismo tiempo también se asumían nuevos retos emocionantes, pero que comportaban mayores escollos y más inseguridad, frente a la necesidad de estar innovando constantemente.

El performance management como equilibrio empleado-objetivo

Con la gestión del rendimiento se han vinculado los Recursos Humanos (RR.HH.) a la consecución de los objetivos del negocio. De tal manera que, para ello, se ha procurado que todo el personal se sienta involucrado a través de una perspectiva participativa de dichos objetivos.

Para ello, los nuevos modelos de gestión se centran en motivar a la plantilla y crear sentimiento de equipo. Esta sensación da al trabajador una mayor seguridad en su puesto de trabajo y en su lugar como engranaje de la organización. Se traduce en un mayor índice de productividad y fidelidad. Se consiguen más objetivos y además se retiene talento.

Esta forma de trabajar precisa que el departamento de RR.HH. desempeñe ciertas funciones, básicas para que el performance management funcione.

Esta tarea pasa por elaborar una relación de puestos de trabajo, donde se especifiquen las funciones de cada trabajador, departamento o equipo. En cualquier caso, los objetivos individuales deben clarificarse al máximo.

Con las capacidades, el plan y los objetivos definidos, llegamos a una segunda tanda de acciones encaminadas a gestionar el rendimiento. Toca apoyar a los miembros del equipo. En este apartado es muy importante la generación de feedbacks que sirvan para destacar lo bueno y conseguir corregir errores en la cadena.

El empleado debe acostumbrarse a que se realice una analítica de sus niveles de productividad. De los resultados se derivaran acciones formativas, salarios más justos y la posibilidad de prosperar en la empresa.

Al final no queda más remedio que ofrecer una guía de gestión del rendimiento. Cuidará a los miembros del equipo y los dotará de soluciones tecnológicas capaces de trazar una estrategia de negocio.

 

Puedes saber más sobre la gestión del cliente interno en esta píldora formativa

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